9/23/2006

Perdidas en la Quebrada de Humahuaca II




Pueblo de Humahuaca





Iruya desde su Mirador


De vuelta en Humahuaca, nos fuimos a comer jurando que eran cerca de las siete de la tarde. Faltaban un par de horas para que saliera el bus a Iruya y olvidamos las últimas recomendaciones de la chica de la oficina de turismo: el camino a Iruya sube hasta los cuatro mil metros y baja hasta los dos mil quinientos, la ruta es de ripio, llena de curvas y precipicios, y la micro es vieja y destartalada, por eso es mejor ir con el estómago vacío. Laguna mental. Entramos a una hostería y comimos cazuela de llama y albóndigas con arroz. Por suerte preguntamos la hora al terminar: 20.40. Correr al Terminal. Subimos a la micro y empezó la coctelera. Tres horas duraba el viaje por la cornisa de una sierra cuyo nombre olvidé. Apenas se veía el camino, el cielo inundado de estrellas y solo se escuchaba la bocina de la micro cada vez que venía una curva, para evitar la sorpresa de encontrarse con otro vehículo en un camino tan estrecho (¿Han leído Lucero de Oscar Castro? Bueno, así tal cual). Pero llegamos intactas a Iruya, a las 12.30 de la noche. Por suerte uno de los pasajeros nos llevó hasta un hospedaje donde tuvo que desertar a los dueños para que nos atendieran. Éramos los únicos turistas a esas horas de la madrugada. De noche solo se veían las gigantescas siluetas de los macizos que rodean el pueblo y las calles de adoquines en pendiente: ¿Dónde cresta estábamos? Parecía que estuviéramos al fondo de un inmenso cono de roca. Al día siguiente descubrimos nuestro increíble destino. Iruya: un pueblo medio colonial, medio indígena que cuelga de las montañas. Nos encontramos con nuestro guía improvisado en las puertas de la Iglesia: “Iruya le pusieron los españoles porque el nombre original es Iruyoc, lugar de paja. Aquí son casi todos kolla, pero también hay árabes, italianos, alemanes, yugoslavos y españoles”. Claro, una familia de cada uno porque Iruya es un pueblo chico donde todos se conocen y que vive de la agricultura, la ganadería y el turismo. Nuestro guía era conocido como El Topo y tenía un restobar que se llamaba Iruyoc. Claro que a cada rato se le acercaban turistas preguntando por un lugar barato donde comer y nunca les recomendó su local. Nosotras erramos, fuimos a comer a un comedor cerca de la Iglesia y por primera vez en el viaje, la comida era mala. En la noche, después de caminar al río, conocer a una cabrita que se creía perro y escuchar sobre lo lindo que era el camino a San Isidro, una caminata de cuatro horas, compramos nueve empanadas en La Tablada (3x$1 ¡Estas si que eran buenas!), y nos fuimos a ver las estrellas desde El Mirador. ¡¡¡ UUUFFFF!!! Es todo lo que puedo decir.

Había una vez una vaca en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja, estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos, guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada y dijo: "Estás equivocada".
Y la vaca le respondió: "¿Por qué no puedo estudiar yo?"
La vaca, vestida de blanco, se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tizas y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones, en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón, rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos nos convertimos en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca, la única sabia fue la vaca.

"La vaca estudiosa" María Elena Walsh

2 comentarios:

Barbaridad dijo...

son bien farsantes...subieron fotos de internet!!!
aprende a usar la camara pos pancha...

la parisina

Francisca Araya dijo...

Es que le mande las fotos a mi hermana y se me olvido guardar las que iba a publicar.
En todo caso elegí las que más se parecen a las que yo tomé. jejejeje