12/13/2006

Tiwanacu


Desde que entramos a Bolivia tenía una palabra en la cabeza: Inacaliri. Le pregunté a nuestros guías en el Salar de Uyuni. Le pregunté a un minero en Potosí. Y a una "mamita" en el bloqueado camino a Sucre. Sin resultados.

12/12/2006

La Paz












































































LA LEYENDA DE LA COCA

Los sabios hombres que miran más allá del resto de su pueblo
cuando llegan los malos tiempos, el invierno,
son recogidos por Dios como semillas buenas para sembrar en ellos.

Y a través de ellos en los hombres,
los alimentos que corresponden a la nueva era
a vivirse.

Alimentos para el cuerpo y para el espíritu.
Pues el espíritu se nutre de conocimiento, de conciencia.
Así cuando el conquistador del norte
envuelto en sus hierros, vino a conquistar un ser,
un pueblo nacido en el Ande, en las montañas
templos naturales a Dios,
un escogido entre los sacerdotes
en un atardecer rojo sangre
escuchó la voz interna de EL que habla así:

Amo mucho a mi hijo,
a tu pueblo porque obedeció mi mandato y se mantuvo puro.
También por eso lo doté de mucha sabiduría;
pero ahora el resto de mi rebaño allende tu mundo
ha llegado.
No solo en cuerpo, también en espíritu.
Por eso tus hermanos están peleando entre ellos.
Los buscadores de oro ya están aquí
para oprimir el corazón y clavar sus espinos de hierro en la carne.
Pero no debes olvidar que el dolor es el receptáculo de la felicidad,
ella penetra en el corazón por el camino que ha abierto el dolor.
Los tiempos que tocan vivir son esos.
Cavarás en el corazón de la tierra tu camino
como el gusano hace para sacar el oro y la plata
(dioses de barro que ha construido el hombre).
Pero en el fondo de esa búsqueda hallarás las tinieblas
y te perderás en ellas y eso te hará ansiar la luz que quedo atrás.
Así mientras más desciendan
más ansias tendrán de subir y podrán llegar a mi.
La pureza de tu corazón me ha conmovido y por eso,
para luchar contra la tiniebla
que yace en el fondo de la Pachamama
para soportar el frío, el hambre y la tristeza
de los corazones separados de tu padre,
te daré un regalo para tus hermanos.
Sube a aquel alto cerro donde encontrarás una pequeña planta,
pero de mucha fuerza.
Guarden con amor sus hojas
y cuando sientan dolor en su corazón,
hambre en su carne
y oscuridad en su mente...
llévenlas a su boca
y con dulzura extraigan su espíritu que es parte del mío.
Obtendrán amor para su dolor
alimento para su cuerpo y luz para su mente.
Y aún más... observa el baile de esas hojas
con el viento y obtendrás respuestas para tus preguntas.
Pero si tu verdugo llegado del norte,
el conquistador blanco, el buscador de oro la tocara,
sólo encontrará en ella veneno para su cuerpo
y locura para su mente.
Porque su corazón está tan endurecido como su espada
y su vestido de hierro.
Y cuando la COCA, que es así como la llamarás,
intente ablandarlo,
sólo logrará romperlo como los cristales de hielo
formados de las blandas nubes que destruyen las rocas
y demuelen las montañas.

Antonio Díaz Villamíl
(Libre adaptación de Jorge Hurtado)

Jorge Hurtado es el director del Museo de la Coca, uno de los lugares más interesantes de La Paz. Ubicado en medio del Mercado de las Brujas, cuando fuimos la Chani y yo, estaba en remodelación, todo comprimido, pero muy intenso. Ahí se concentra toda la rabia, la indignación y la rebeldía frente a la injusticia de la política anti coca norteamericana. Esta leyenda hecha poema es como una cachetada a la inconsciencia.

Para quienes conocen la realidad boliviana, no es necesario explicarlo, pero para quienes venimos recién adentrándonos en sus misterios, es una clave fundamental. Los indígenas altiplánicos fueron esclavizados, obligados a trabajar en las minas como el Cerro Rico de Potosí, en condiciones inhumanas, sin alimento, sin descanso, lejos de la luz del sol. Solo gracias a la hoja de coca sobrevivían, y sobreviven hasta el día de hoy los mineros.

Porque está científicamente comprobado que masticar hoja de coca mejora la tolerancia al trabajo, estimula los centros respiratorios, inhibe los riesgos de embolia, regula el metabolismo de la glucosa y no impide el consumo de nutrientes.

La historia de la coca es muy parecida a la de la marihuana. Con muchas cualidades terapeuticas y alimenticias, fue prohibida por tranformarse en una amenaza económica para la industria norteamericana. Y al igual que la marihuana, la razón esgrimida para erradicarla fue "que causa pobreza en latinoamerica".

Pero la prohibición de la coca significó la destrucción de toda una cultura. La coca era Mamacoca para los andinos, era el dios y la hostia al mismo tiempo. Gracias a ella sobrevivían, se ganaban la confianza de sus pares y se comunicaban con el más allá. Pero los españoles trasformaron la Mamacoca en dinero.

La omnipresencia de la coca es una sensación permanente en toda Bolivia. De hecho, era parte de nuestro consumo diario. Es lo más profundo y, al mismo tiempo, lo más evidente de Bolivia.

Pero además del Museo de la Coca, paseamos por el Mercado de Las Brujas, compramos algunos sortilegios, lamentamos no poder traernos a Chile fetos de llama o ranas hinchadas, y rogamos por la buena ventura de nuestro viaje. Yo me arranqué y me escondí de mis herejes acompañantes - que a estas alturas ya eran dos, pues se había sumado un hombre al grupo ¡Oh!, Jaime - y me metí a una misa en la Catedral porque quería hacer el ritual de la paz en La Paz.

Además saciamos toda nuestra sed de museos cuando visitamos, ya sin fe, el Museo Nacional de Etnografía y Folklore. Después de nuestras frustradas visitas en Sucre y Cochabamba, no esperábamos encontrar un museo tan moderno, con colecciones valiosísimas y más encima, gratis. No lo podiamos creer.

Como turistas, lo único malo de La Paz es que ya estábamos aburridas de comer carne con papas y arroz. Porque todos los almuerzos baratos de Bolivia, esos que cuestan como 5 bolivianos, es decir, 350 pesos chilenos, le llevaban una sopa más toneladas de papas y arroz. Ultracontundente, pero cero creatividad. Por supuesto, que era mucho más de lo que uno puede pedir en Chile por $350.

Como personas, lo más dramático de La Paz eran los lustrabotas. Cientos de jóvenes en edad escolar que usaban pasamontañas aún cuando arreciaba el calor, por verguenza a ser reconocidos por sus compañeros de escuela. Muy cerca de nuestro alojamiento, había un pequeño cafe donde solíamos tomar desayuno. Por casualidad descubrimos que ese pequeño cafe era de una organización que hacía talleres gratuitos de gastronomía y turismo a los jovenes lustrabotas para ayudarlos a buscar otros futuros. Ciertos días de la semana organizaban city tours guiados por estos chicos.